La “olla a presión” de la vida
Algunos han llamado al famoso Salmo 119 el “termómetro de la Biblia”… y quizás lo sea, porque a medida que lees los 176 versículos puedes ir entusiasmándote o aburriéndote, y así su sola lectura, puede reflejar la temperatura de tu vida espiritual.
Sus 22 estrofas, cada una de 8 versículos, nos llevan desde la exaltación de la Palabra de Dios, a nuestra responsabilidad hacia esa palabra dada y, por supuesto, las bendiciones que recibimos por seguirla.
En el versículo 143 encuentro el centro, y un excelente resumen de este poema, allí dice: Cuando la presión y el estrés se me vienen encima, yo encuentro alegría en tus mandatos.
Sí mi amigo, mi amiga, nos presionan, nos exigen, nos oprimen, nos afligen y naturalmente nuestro organismo se revela con el estrés, el cual no es más que una reacción defensiva del cuerpo ante un ataque externo.
Definitivamente no fuimos creados para soportar los cambios violentos, nos gusta la seguridad de la costumbre, y si has tenido que mudarte de casa, cambiar de trabajo, de escuela, todo nos presiona. Además nuestra naturaleza nos dicta la vida en sociedad, en pareja, en amistad. Y si se rompen nuestras relaciones por cualquier causa, y nos alcanza la soledad, sin dudas hay presión.
La vida nos arroja cargas pesadas que van doblándonos: “se me vienen encima”, dice el salmista, no las busco, pero ellas me descubren.
Quizás a ti también te sucede que apenas te desprendes de un problema llega otro. Incluso a veces llega el segundo antes de que hayas podido solucionar el primero, y quizás te has quebrado, tal vez el peso fue demasiado.
Pero el escritor de este particular Salmo 119 termina el verso 143 diciendo: yo encuentro alegría en tus mandatos.
Si los cambios y los nuevos desafíos te presionan, “se te vienen encima”, Dios te dice en su Palabra: “Yo no cambio. Te sostendré y pondré tus pies sobre la roca firme”.
Si te han abandonado y hoy estás solo, sola, Dios te dice en su Palabra: “aunque todos te dejen, Yo sigo a tu lado”.
Leemos en Romanos 8:38-39: Y estoy convencido de que nada podrá jamás separarnos del amor de Dios. Ni la muerte ni la vida, ni ángeles ni demonios, ni nuestros temores de hoy ni nuestras preocupaciones de mañana. Ni siquiera los poderes del infierno pueden separarnos del amor de Dios. Ningún poder en las alturas ni en las profundidades, de hecho, nada en toda la creación podrá jamás separarnos del amor de Dios, que está revelado en Cristo Jesús nuestro Señor.
Recuerdo algo sucedido con una de aquellas “ollas a presión” que antes eran muy usadas por madres y abuelas para cocinar estofados. Una olla con su tapa cerrada herméticamente para que puede alcanzar muy alta presión en su interior y una temperatura que puede llegar a más de 130 °C. Aquella vez falló su válvula de seguridad de escape de presión y simplemente se convirtió en una bomba que estalló hiriendo gravemente a quienes estaban alrededor.
Igual sucederá contigo si falla tu válvula de seguridad. Quedarás muy herido, tal vez para todo el resto de tu vida, y lastimarás a los que te rodean.
Hoy te propongo que descanses en Dios, que encuentres la alegría en su Palabra, que liberes presión en sus manos. Recuerda que Dios está en control, ¡¬siempre!